domingo, 15 de septiembre de 2013

EL TERMINAL TERRESTRE Y SU ATRACTIVO

Terminal terrestre
Cuarenta años atrás ni siquiera existía. “Recién en la segunda etapa del 70 es cuando se empieza su construcción como parte de un proyecto presentado por Rafael Castro Abad”, cuenta el historiador Melvin Hoyos, para recién en 1985 ser inaugurado.
Se trataba de una megaedificación de tres niveles altos, que prometía desarrollo y progreso a la ciudad, pero que desde sus inicios causó problemas y no pudo ser aprovechada al máximo. El segundo piso alto se inhabilitó totalmente por riesgo a un derrumbe, debido a problemas estructurales.
Con los años, ante la falta de mantenimiento adecuado si hizo presente el deterioro, la insalubridad e inseguridad, convirtiendo a la terminal en una verdadera puerta de entrada de terror a la ciudad.
No es sino hasta el nuevo milenio (2002), cuando interviene la Fundación Terminal Terrestre en la reconstrucción y restauración de la edificación.
Es así que tras una inversión aproximada de 50 millones de dólares en 2007 se entrega el edificio principal, para luego inaugurar en su interior un centro comercial denominado ‘Outlet Mall Terminal’, con 123 locales (96 comerciales y 27 de comida) y 124 islas (minilocales), distribuidos en su mayoría en la planta baja. “Parece un aeropuerto o un mall moderno”, comenta Miguel Sánchez, uno de los más de 113 millones de usuarios que han arribado y salido de la terminal hacia diversos puntos dentro y fuera del país, según datos de la fundación obtenidos desde el 2007 hasta el 2012, en los que se ha visto un aumento progresivo año tras año. Esto le ha significado un ingreso superior estimado de 14 millones de dólares a la terminal, por tasas y concesiones, durante el 2012.
En la gran terminal operan en total 88 cooperativas, de las cuales 21 son de tipo intraprovincial, 65 interprovinciales y dos internacionales.
Como quedarse en el cielo
Arribar al aeropuerto José Joaquín de Olmedo de Guayaquil es casi como quedarse en el cielo. Sus cómodas, modernas y relativamente amplias instalaciones (con relación a los de su misma categoría, de menos de cinco millones de pasajeros al año), sumadas a los servicios de calidad que presta, lo hacen sentir así; o al menos es lo que reflejan los estudios que lo han hecho merecedor de varios premios internacionales desde su apertura en 2006. Así lo confirma Nicolás Romero Sangster, gerente general de la Fundación Autoridad Aeroportuaria, encargada de velar por los intereses del recinto, en el cual se invirtieron alrededor de 85 millones de dólares y donde, aclara, “el municipio no gastó ni un centavo... la inversión la hizo el concesionario”, cuenta, como parte de las estrategias que ha aplicado la administración municipal en varias de sus obras.
En este caso específico, desde que el expresidente Gustavo Noboa dictaminó que los aeropuertos pasaran a ser manejados por los municipios en el 2000, el ‘vuelo táctico’ que aplicó la alcaldía fue claro: “Tenía que ser concesionado con la debida supervisión de la fundación y el cabildo”, acota Romero.
Es así que el anterior aeropuerto Simón Bolívar, nacido en la década del 60, hoy convertido en el Centro de Convenciones de Guayaquil, inicialmente se remodeló para después trasladarse a la nueva terminal en 2006.
Hoy por hoy, gracias a ese convenio que durará hasta 2024, la ciudad recibe el 50,25% de los ingresos brutos regulados del aeropuerto, que hasta ahora ascienden a 150 millones de dólares. “Nos entregan entre 20 y 25 millones anuales y, adicionalmente, 1,5 millones de dólares desde 2006 para manejo administrativo”, revela el funcionario aeroportuario, quien señala que con esos fondos se construirá el futuro aeropuerto de Guayaquil que estará localizado en la zona de Daular, el cual ya cuenta con gran parte de los estudios de factibilidad (ver apartado El Daular).
Hasta entonces, la actual terminal entrará en un proceso de ampliación, el cual estaba previsto para años posteriores, pero que se ha adelantado por los constantes cierres que sufre Quito desde la apertura del aeropuerto de Tababela. “Esto atrasa y acumula en cola tres y hasta cuatro vuelos diarios... Hay momentos en que en la sala de preembarque hay personas sentadas en el suelo”, explica. Por eso, se duplicará el tamaño de esa área, se colocarán de tres a cuatro mangas más (cifra que está por definirse) para el arribo de los aviones, se arreglará la llegada nacional ampliando los carruseles y el lobby y se colocarán dos ascensores más, entre otras cosas, con una inversión promedio de 8 a 10 millones de dólares.
En el aeropuerto operan cuatro aerolíneas nacionales (Tame, Aerogal, LAC y LAN Ecuador) y nueve internacionales (American Airline, Avianca, Copa Airlines, Iberia, KLM, LAN, Taca, Tame y Aerogal), que se espera aumenten sobre todo operaciones, conexiones y frecuencias internacionales, pues la terminal opera todo el año sin interrupción por sus óptimas condiciones aeronáuticas. A él ingresan cerca de cuatro millones de viajeros al año.
El Daular’, futuro aeroportuario
Hasta el momento el ‘vuelo’ de El Daular ha sido sostenido y sin turbulencias. “Ya hay estudios de aeronavegabilidad... Se instaló una estación metereológica automática de alta tecnología que costó 200 mil dólares para captar la velocidad y dirección del viento, las capas de nubes, aproximación de tormentas, lluvias, visibilidad, etc.”, dice el gerente de autoridad aeroportuaria. El resultado: el 99,75% de los aterrizajes será óptimo. Incluso se podrían realizar visualmente, pero siguiendo la norma internacional contará con los instrumentos de ayuda de aterrizaje exigidos. Parte de sus novedades es que contará con tres pistas paralelas, algo poco común, que a decir de Joseph Garzozi, exdirector de turismo, lo convertirían en el mejor aeropuerto de Latinoamérica y séptimo del mundo. “Es como tener tres aeropuertos en uno”, acota Garzozi. La terminal, en teoría, estaría lista para operar en 2024, es decir al finalizar la concesión actual.

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